Las largas tiras de polisombra verde forman una calle de honor a los vehículos que avanzan paquidérmicamente por las vías asaltadas por los perezosos trabajos que proyectan una modernización de la ciudad aplazada. En medio del lento desplazarse las ventanas de buses y automóviles, se convierte para sus pasajeros en pantallas a través de las cuales van reparando, algunos por primera vez, que de repente las calles se han venido convirtiendo en una inmensa galería pública, producto de la intervención artística que jóvenes, individual o colectivamente, realizan en muchos de los muros y canales de Bogotá. Pero ya no se trata de simples graffitis, ahora son verdaderos murales que contienen toda una narrativa visual que transforma estéticamente el espacio urbano.
No son simples pilatunas de una juventud alocada, irresponsable e inconsciente. Por el contrario, denuncian la madurez producto de las contradicciones sociales y el precario desarrollo y respeto de los derechos humanos. Muchos adultos, añorantes de las formas de expresión política de los años dorados de los sesenta y setenta del siglo pasado, critican en los jóvenes su actitud indiferente o por lo menos descreída frente a los partidos políticos y dan por sentado que, entonces, la juventud actual es apolítica. Nada más alejado de la realidad juvenil; hoy los partidos políticos no son el espacio idóneo para expresar su conciencia política, el arte es su ágora para explayarse creativamente en un acto que permite y demanda, a la par, el ejercicio de la libertad y la critica.
Les reitero la invitación a reflexionar sobre este fenómeno que va construyendo una ciudad diferente sin aplazar el futuro y sin mayores trancones que los que puedan causar aquellos que como pasajeros o peatones se detienen a observar la ciudad de los jóvenes. Hasta el 14 de julio estará abierta la exposición " Memoria viva, la historia joven de la ciudad" en El Parqueadero, 1er piso del Museo de Arte del Banco de la República, la entrada es gratis .
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